Sánchez Féliz nos lanza en medio de una escena confusa en la que tres hombres huyen -- de quiénes o de qué no se sabe todavía -- e irrumpen en una casa buscando refugio hasta que pase "el peligro". El niño que nos cuenta los sucesos solamente llega a adelantarnos "que en mi casa han colocado una bomba de tiempo".
Hay que seguir leyendo para conocer en su voz las calles acaloradas de su barrio y recibir poco a poco los detalles necesarios para armar el resto de la historia. El relato se centra en gente humilde que malvive bajo el supuesto orden de un gobierno dominicano que no admite retos. Nos vamos enterando, entre lo que dicen o callan los personajes, que jugar a la política en ese ambiente es entrar en un callejón sin salidas y que, como dice el papá del narrador, en esas circunstancias "la vida de un hombre no vale una mota".
La Beatriz que da nombre al libro, aunque apenas participa de la historia, está al centro de la resistencia política y casi llega a representar a otras mujeres que no vemos ni oímos porque ocupan esos silencios con los que juega el autor. Beatriz son todas las mujeres que han perdido a sus esposos, las que viven tras puertas cerradas, las que podrán perderse ellas mismas y sacrificar a sus hijos en la lucha por dignidad.